🔸 Un manglar con cráneos y rostros prehispánicos colosales es la sede de la experiencia que invita a disfrutar de la naturaleza y cultura maya.
#TULUM | En el kilómetro 10 de la carretera Tulum-Coba, a 10 minutos del centro de Tulum, se oculta a simple vista la entrada a un lugar con escenarios para sentirte en otro mundo y lograr fotografías de ensueño: el cenote Atik.
Atik es un parque natural rodeado por la selva maya, además cuenta con instalaciones artísticas, algunas en su arquitectura y otras mezcladas con la vegetación, donde destacan por su colosal tamaño.
Al cruzar la entrada, como si de un portal se tratara, debes bajar unas cortas escaleras para adentrarte al túnel que termina en otras escaleras de regreso a la superficie. Una vez del otro lado, a tu izquierda te encontrarás con la primera instalación: una cabeza maya prehispánica gigante tallada en piedra, que reposa a la orilla de una pequeña laguna natural con agua traslúcida.
Al lado de la cabeza, pudiera pasar por desapercibido un cuarto oscuro, sin iluminación o señalización; si entras en el lugar, no verás nada en primera instancia, pero una vez que tus ojos se adaptan a la penumbra se rebelará ante ti una cara similar a la de una deidad maya, sin nombres o explicaciones.
El lugar está diseñado para que puedas sentarte en los extremos si quieres meditar en la oscuridad un momento o únicamente tomar registro fotográfico.
Siguiendo el recorrido llegas a la galería Skulls & Art. Los residentes en Ciudad de México pudieran estar familiarizados por su concepto, ya que en la capital tuvo su muestra con distintas obras que consistían en cráneos humanos de distintos tamaños y materiales intervenidos.
En Atik se aprecia la leyenda: “La vida es efímera, el arte no tiene fin”.
Varios cráneos apilados de más de un metro de altura con distintos colores y otros cubiertos de una textura, como si fueran un coco, acompañan a la obra principal de cráneos. Una esquina de dos paredes cubiertas hasta los casi tres metros de altura con cráneos de tamaño real.
La obra toma inspiración del Tzompantli, una estructura de madera o piedra utilizada por los mexicas para exhibir cráneos humanos reales. Estos monumentos macabros tenían dos propósitos.
Si los Tzompantli se encontraban en las entradas de la ciudad era con el fin de mostrar su poder a los enemigos vecinos; en los Tzompantli montados en el centro de la ciudad, estos cráneos eran de sus víctimas sacrificadas como ofrenda a Huitzilopochtli, el Dios del sol y la guerra.
“Los Tzompantli simbolizaban el poder y control azteca sobre la vida y la muerte, recordando a todos la lealtad y sumisión al estado y a los dioses”, se puede leer en Atik.
En el caso de la instalación artística, los cráneos son de distintos colores como distintivo visual: azul, verde, amarillo, naranja, rosa o rojo son algunos de los pigmentos que puedes apreciar al observar la obra.
Last human on earth es la siguiente etapa del recorrido. Cruzando un pasillo entre la selva, delimitado por bambú y otras plantas, llegarás a una cabeza humanoide de 14 metros de altura que tiene una historia propia.
“La historia se desarrolla en un futuro lejano, donde un astronauta aterriza en un planeta Tierra desolado y descubre esculturas enigmáticas creadas por la humanidad antes de su inexplicable desaparición”, relata la experiencia inmersiva.
Como en una película de ciencia ficción, al continuar te verás acechado por una tribu de esculturas humanoides que se revelan entre la vegetación, femeninas y masculinas de un solo color grisáceo.
También hay un par de enormes cabezas que, a pesar de no tener pupilas, con sus expresiones te hacen saber que se están viendo entre ellas. Al igual que con las esculturas anteriores, puede posar a su lado para fotos o vídeos; tu recorrido es libre y sin guía más que tu sentido de aventura.
Al pasar por un arco decorado con diminutos cráneos entrarás al espacio principal de Atik; pasando por instalaciones acuáticas que combinan arte y arquitectura como una alberca de cráneos y un pasillo de agua para llegar a un rostro maya gigante, los distintos caminos desembocan en el cenote principal.
La primera entrada al cenote es amplia, con niveles de roca natural como escalera. Ahí puedes dejar tus cosas si estás dispuesto a entrar al agua. Pero si no sabes nadar puedes regresar a la recepción del recinto para pedir un chaleco salvavidas, incluido en tu boleto de entrada.
El mismo clima tropical del lugar le da una temperatura ideal al agua. Dado que los cenotes son pozos de agua subterráneos, no se ve ni dimensiona el fondo de éste. Tampoco hay peces a la vista más que escasas tortugas alimentándose en la periferia del agua.
Si te cansas de nadar, puedes llegar al centro del cenote, donde se asoma una roca a la que puedes subir. O bien, en el lugar se encuentra flotando un pequeño kayak sin remos; si nadie más lo ocupa puedes subir en él e impulsarte con tus manos o simplemente recostarte y flotar disfrutando del paisaje.
Hay una segunda entrada al cenote, solo debes rodear el manglar cuesta arriba para llegar a una escalera de madera que te permitirá descender directamente. La única advertencia en el lugar por la propia seguridad de los visitantes ante la tentación: “Están prohibidos los clavados”.
Rumbo a la salida del lugar la decoración no se termina, pues se puede apreciar una pared decorada con múltiples cráneos de monos en un estilo realista.
Atik tiene dos tipos de boleto: el que incluye el acceso al cenote, con estacionamiento, regaderas y casilleros, por un costo de 550 pesos. O por 850 pesos también puedes acceder a las instalaciones de Skulls & Art y Last Human on Earth. Ambas entradas son de tiempo libre en el día elegido.
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